
Tener un buen capital entusiasma, pero también atemoriza. Uno puede sentir emoción por el reto de hacer rendir ese dinero, pero también miedo por si se echa a perder. Eso implica invertir. Algo parecido a apostar dólares en un casino donde hay adrenalina y riesgos, aunque en la inversión existe una diferencia: Nada debe hacerse al azar.
Roberto Palacios, profesor de Finanzas de la Escuela de Posgrados en Administración de Empresas (Espae), refiere que, generalmente, no es bien visto que un empresario que tenga excesos de recursos los invierta en otras actividades ajenas a la suya. «Eso da a entender que no tiene proyectos dónde invertir» y opciones hay y muchas. Está la posibilidad, dice, de adquirir tecnologías que brinden mayor eficiencia a su negocio, crear nuevos productos o reestructurar deudas.
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